martes, 10 de julio de 2012

El Santo almuerzo


En un día normal de colegio en la capital de Caldas, Manizales, Jimmy y Rosana se conocieron, cursaban grado decimo y según ellos fue un amor a primera vista, después de seis meses de novios se enteraron que iban a tener su primer hijo, cosa que les cambiaría la vida. Jimmy decidió empezar a trabajar en una cafetería del pueblo, en donde atendía mesas y de vez en cuando preparaba uno que otro café, mientras que Rosana cuidaba su embarazo junto a su madre y su suegra. Cuando Steven, el hijo de esta joven pareja cumplió un año de edad, Jimmy y Rosana decidieron viajar a Bogotá pues pensaron que tendrían un mejor futuro laboral, siendo ésta la capital colombiana. Al llegar a la capital del país se encontraron con la realidad que viven millones de colombianos, el desempleo y aunque no se dieron por vencidos y siguieron buscando un trabajo, llegó un momento crucial pues empezaron a pasar hambre, lo único que se podían comer en el día eran dos piñas que son panes cubiertos con azúcar y dos tazas de agua de panela. Fue así como a Jimmy se le ocurrió la idea de vender almuerzos baratos para que la gente no tuviera que pasar hambre por no tener el dinero suficiente para poder almorzar.

A las cinco de la mañana cuando el cielo todavía está oscuro y los primeros pájaros empiezan a cantar Jimmy y Rosana empiezan su labor. Después de hacer los oficios de la casa y de arreglar a Steven para llevarlo al colegio, salen de su casa situada en el barrio 20 de julio y caminan cinco cuadras. Al llegar a su primer destino el olor del sitio es una fusión entre olores naturales y basura. Los camiones están parqueados afuera del establecimiento y muchos hombres suben y bajan llenos de canastas y bultos de comida, se hace tráfico humano y en vez de pitos se oyen gritos fuertes y vulgaridades. Rosana con su hijo de la mano se mete entre una muchedumbre y entre empujones y regaños logra entrar al establecimiento, mientras que Jimmy se queda hablando con uno de los conductores de camiones.

-¿Qué más vecina?, me regala lo mismo de siempre me hace el favor.
-Sí, deme un minutico y ya se lo tengo listo.
La señora de edad que atiende el puesto donde hay una cantidad de verduras impresionante coge tres bolsas donde empieza a echar yuca, papa y cilantro, pero mientras ésta termina de empacar, Rosana con su hijo en la mano se da la vuelta y camina rápidamente hacía un puesto que queda a 15 metros de distancia.
-¿Qué pedazo me recomienda hoy?
-La lengua bajó de precio ayer.
-La misma cantidad de siempre, por favor.

Al coger las bolsas llenas de carne vuelve al puesto de las verduras y coge las bolsas restantes, le da las gracias a la señora y le dice a su hijo que se coja bien fuerte del bolsillo de atrás del pantalón y haciendo el mismo ejercicio que al entrar logra salir sin complicaciones del establecimiento. Le da las bolsas más pesadas a Jimmy y coge un taxi que la espera en la esquina. En el taxi hay varias bolsas llenas de plásticos y diferentes útiles para cocinar, los mueve hacia un lado y se suben los tres. Sin indicarle para dónde van el conductor del taxi empieza a andar y en menos de tres minutos, Rosana está dejando a Steven enfrente de su colegio, se baja y le da un beso en la frente. Al llegar al segundo destino el conductor del taxi les ayuda a bajar las cosas y las meten en un parqueadero grande, donde sólo hay dos carros guardados.

Los perros que cuidan el parqueadero están acostados y ni se mueven cuando alguien entra, al contrario cada uno tiene al menos 20 moscas encima, están viejos y enfermos, es asimismo como luce el parqueadero en donde Jimmy y Rosana empiezan a preparar los almuerzos. Al lado del baño del parqueadero hay una pequeña puerta con candado la cual Rosana abre con una llave que saca del bolsillo delantero de su pantalón. Después de haber metido el mercado y los utensilios a esta pequeña “cocina” si así se le puede llamar empiezan su trabajo. El cuarto donde trabajan tiene un lavaplatos, un pequeño mesón para cortar y una butaca en donde ponen todas las ollas. Mientras que Jimmy pela la papa y lava la yuca, Rosana corta la carne en pedazos del mismo tamaño y las mete en una olla que tiene sal.

-Mijito se nos está haciendo como tarde, toca poner a hervir eso ya porque o sino eso no va a estar.
-No me afane que usted sabe que yo tengo mi ritmo y nunca le ha quedado cruda la yuca.

Después de hervir la papa y la yuca con un poco de cilantro y de haber terminado de cocinar la carne, Jimmy y Rosana empacan todo en las ollas grandes de metal que anteriormente habían estado guardadas en la parte de atrás del taxi. Con la ayuda del señor que cuida el parqueadero llevan las tres ollas, el fogón y los utensilios de cocina hasta la plaza de La Mariposa. Jimmy saluda a un señor que vende cigarrillos, paquetes y dulces y éste le da un plástico, una sombrilla y un cartel que dice: “Almuerzos a 1.000”. Lo primero que ponen es el plástico negro en el piso que les es seguido por el fogón en donde ponen las tres ollas llenas de comida, después de tener eso montado abren la sombrilla y ponen una pequeña banca debajo de ésta, el cartel lo pone contra la butaca.

El sol marca las 12 en punto. Vendedores ambulantes de todas las edades promueven sus mercancías en diferentes tonos de voz. Jimmy y Rosana ya tienen su puesto listo y las personas empiezan a llegar. El primer cliente del día es un indigente, tiene un costal encima y huele a húmedo. Antes de servirle Rosana le pide la plata y aunque al principio este le reniega, termina dándole los mil pesos en monedas. En un plato desechable se le sirve: un pedazo de lengua, una papa y un pedazo de yuca. Las porciones no son muy generosas, pero por mil pesos es más que suficiente.
Después de que le vendieran almuerzos a varios personajes como lustrabotas, vendedores ambulantes e indigentes Rosana y Jimmy deciden darse un descanso y al mismo tiempo comer del mismo almuerzo que le están vendiendo a la gente.

Aunque Jimmy y Rosana se benefician con los almuerzos a mil que venden, pero que son más conocidos por otros como los almuerzos del santo, ellos no sólo decidieron crear este negocio para poder subsistir, sino que recuerdan con agonía como a ellos en algún momento de la vida también les tocó pasar hambre.

A las tres de la tarde, cuando generalmente los almuerzos se han acabado, recogen sus cosas, las lavan en el parqueadero viejo donde cocinaron, esperan a que el taxi conocido llegue, recogen a su hijo en el colegio, se van a su casa a terminar de hacer los oficios de la casa, a ayudarle a Steven con las tareas y cuando ya todas las labores del día están hechas, Jimmy y Rosana junto a Steven se dan la bendición, rezan un María llena eres de gracia y le dan gracias a Dios por darles los medios para trabajar. Al final del día, en las noches frías de Bogotá, esta familia compuesta por tres personas se van felices a la cama porque saben el gran favor que le están haciendo a la comunidad.

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